Estamos frente al fin de un ciclo y debemos sintonizarnos con la
energía del cambio y no resistirnos a ella. Así podremos pasar a un
estadío superior que irradie sólo las fuerzas del amor por la vida.
La
parte vieja del ciclo es aquella dominada por la conciencia bipolar
que tiende a dividir la realidad en aspectos enfrentados. La eterna
lucha entre lo que está bien y lo que está mal, como confrontación
evolutiva del ser.
El dominio del ego, el miedo, la inseguridad, la carestía y el orden sistémico, todo eso se está derrumbando como proceso necesario de la evolución de la conciencia.
La parte nueva que nace pone fin a vivir bajo las leyes de la polaridad, es el fin de la dualidad como fuerza divisible y necesaria para la evolución. Daremos comienzo a una etapa de unión y de equilibrio en la cual experimentaremos la unidad de criterio a la hora de analizar los aspectos que hacen a la vida.
En realidad estamos entrando en una etapa de grandes transformaciones y cuando hablamos de cambios no son cambios en la vida misma. Se trata de cambios en la conciencia que nos obliga a percibir las cosas desde otras perspectivas, con otros valores de evaluación.
Cuando la percepción cambia, cambia toda la forma en que interpretamos la realidad.
ESTAMOS DESTINADOS A UN CAMBIO DE CONCIENCIA
Ha llegado el momento en el que debemos conectarnos con la otra realidad, la que siempre fue y pocos conocían. Lo único que debemos hacer es sintonizarnos con la energía del cambio y no resistirnos a ella.
Es tiempo de despojarnos de todo aquello que no nos sirve, que nos demanda esfuerzos banales e involutivos, debilitándonos en el destino final que es el reencontrarnos con el sentido de nuestra evolución verdadera. El caos y la confusión que se presentan en el mundo actual son una consecuencia inevitable del traspaso de frecuencias.
El paulatino colapso del sistema regente es inevitable y ha de llegar para que sea reemplazado por otro que será puesto en marcha desde una nueva conciencia y para que sirva a todos los hombres por igual.
El caos y la confusión serán también inevitables, ya que muchas fuerzas arraigadas en lo involutivo, en el sistema en agonía, se aferran a todo aquello que les otorgaba seguridad y que ahora no es otra cosa que la inseguridad misma.
El poder que les entrega lo externo ya no existe. Al desaparecer la estabilidad del sistema, desaparece la seguridad.
Todos aquellos que logren despertar primero, asimilando y acomodándose a las nuevas condiciones que se presentan, podrán entender y manejarse frente a los continuos cambios de escenario producto de la transformación. La tarea de los que se encuentren en esta posición será la de no acoplarse a la consecuente polaridad del cambio.
Las fuerzas polarizadas se manifiestan como resultado de la materialización de las respuestas emocionales del ser en crisis y de la impotencia que les genera la falta de sustento y refugio que otorga un sistema en franca degradación.
Posturas enfrentadas de ideologías, de políticas, de intereses, emocionales, sociales, etc., son reacciones propias de quienes no se encuentran alineados con los nuevos patrones energéticos y que no saben situarse por encima del conflicto desencadenado como consecuencia del proceso evolutivo en marcha.
LA NUEVA POSTURA
La postura a adoptar por aquellos que comienzan a cobijarse en el amparo que les provee lo sagrado como reemplazo de lo profano debe ser la de la paz interior, la comprensión y la compasión, el trabajar con la intensión, el equilibrio y, por sobre todas las cosas, poner todo en práctica desde el amor.
Se debe estabilizar y neutralizar la energía producida por el miedo, la inseguridad y la inestabilidad que muchos liberarán durante el transcurso de los acontecimientos.
Nada de esto sucedería si todos juntos pudiésemos lograr la comprensión y la asimilación del colapso de lo antiguo como algo necesario para dar paso a algo nuevo, logrando un cambio ordenado de un sistema a otro.
Todo aquel que abrace cualquier energía que no sea la del amor por la vida, el amor por sí mismo y por el prójimo se sentirá incómodo frente a las nuevas energías, ya que se resistirá a un mandato superior y sólo estará retrasando –con su propio sufrimiento– lo inevitable. Si no están dispuestos a integrar y reconocer la energía superior como suya propia proyectarán la ira, el odio, el descontento y el miedo como resultado de su resistencia.
Quienes no sean capaces de aceptar los llamados a una nueva forma de vida y se resistan a hacerla proyectarán sus emociones de no unidad sobre los demás, pues cuando experimentan la energía de la unicidad por vez primera sienten un vacío y reaccionan exactamente de manera opuesta a como deberían.
Ya asoman señales inequívocas de que la crisis interna del hombre se manifiesta en todo lo que el mismo hombre creó externamente. Las personas tienden a conservar intactos todos sus bienes y pertenencias, sin saber que con ello se arraigan a la crisis.
El saber liberar, abandonar y reemplazar por lo nuevo son factores indispensables en un proceso de cambio. Sería tonto defender un objeto sin valor real poniendo en riesgo lo valioso que tenemos: nuestras vidas.
Las muestras de la caída del sistema están por doquier: crisis energética, crisis financiera, crisis política, crisis ecológica, etcétera. Las nuevas energías aceleran el proceso de creación mental.
Todo pensamiento, toda emoción que liberemos, tendrá una rápida respuesta en nuestra realidad. Estamos materializando el cambio porque la crisis y el cambio se gestan al mismo tiempo en nosotros.
Debemos aceptar con conciencia que el mundo futuro depende de nuestra propia capacidad cocreadora para concebir ese futuro. El poder se transfiere desde los grandes imperios que dominaron el mundo durante la noche oscura de la conciencia hacia cada uno de los habitantes de la Tierra.
El futuro del planeta será diseñado desde nuestras propias necesidades y no desde las de los imperios y de las fuerzas involutivas, por lo tanto toda aspiración errónea nacida del ego y del servicio a uno mismo, por sobre el interés común, no tendrá cabida.
Cada uno de nosotros siente en lo más profundo de su ser el hartazgo frente al desgarro del alma provocado por un sistema injusto y desequilibrante surgido del odio, la ambición, los rencores y la falta de compasión.
LA TRANSFORMACIÓN COMO ESCUELA
Cuando la transformación va ganando a cada habitante del planeta trae como consecuencia un cambio en los eventos mundiales profetizados, porque cuando la conciencia de cada uno de nosotros se eleva, se eleva también la frecuencia de manifestación de la nueva realidad planetaria.
La red cuántica que nos une se va llenando lentamente de nueva conciencia de luz, limpiando así la inconciencia oscura que domina el mundo actual.
Debemos tomar conciencia y aceptar, finalmente, nuestro papel dentro de la creación, dentro del impacto que generan nuestras fuerzas emocionales y de pensamiento en el todo.
Nuestro desafío es renacer dentro de nosotros mismos, dentro de nuestros propios cuerpos, estableciendo primeramente una nueva relación con nosotros mismos para posteriormente adoptar una nueva relación con lo creado.
No lograremos transformar el mundo sin antes transformarnos nosotros. Somos seres maravillosos con un enorme potencial, sin reconocer la capacidad que tenemos a nuestra disposición para crear realidades.
Somos unidades cuánticas capaces de absorber energía, comprimirla, procesarla en nuestros corazones y devolverla a la creación en la forma de emociones puras con conciencia, en la forma de amor incondicional.
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